a) Significado del apoliticismo
Demagógicamente Banzer y sus seguidores hablan de una universidad “’apolítica”, sabemos que en parte alguna puede existir semejante fenómeno. Recalquemos que sólo la universidad ampliamente autónoma con referencia al poder estatal puede cumplir debidamente la función de propulsora de la cultura, de centro de confrontación de ideas, de crisol de formación profesional. Lo más valioso de esta universidad autónoma (docentes y alumnos) no puede ser apolítico, que significa hacerle el juego a la reacción, sino que, necesariamente, seguirá la política más avanzada.
La Ley Fundamental remendada habla de libertad ideológica y de cátedra al margen de la prédica partidista (Art. 120); lo que constituye una manera encubierta de oponerse a esa libertad. Las ideologías se encarnan en las agrupaciones políticas y reciben su prueba de fuego a través de la práctica diaria de los partidos. La confrontación de ideas conduce inevitablemente a la militancia partidista. Los estudiantes y profesores, de igual modo que los obreros, forman parte de la sociedad y diariamente se mueven en su seno, por esto es una arbitrariedad el impedir su afiliación partidista o castigarles por su militancia. La universidad “apolítica” es retardataria porque sigue la política reaccionaria del gorilismo. El Consejo Nacional de Educación Superior en su conjunto y los miembros de la jerarquía universitaria, cumplen el triste papel de colocar a la universidad boliviana detrás del fascismo gorila, realizando así una actividad política cavernaria. La lucha contra le libre difusión de las ideas aparece disfrazada como persecución de toda actividad partidista. Si hay libertad de cátedra y de investigación, quiere decir que cierta ideología ganará el control de la universidad, es esto lo que no quiere el gorilismo, porque en tal caso dejaría de ser instrumento de la contrarrevolución. Los artículos 141 y 145 de la Ley prohiben las acciones partidistas por parte de los organismos estudiantiles, que deberían dedicarse, para complacer al Consejo Nacional de Educación Superior y al general Hugo Banzer Suárez, a los deportes y a las fiestas sociales, y, cosa extraña, también declaran interdictas las huelgas y otras manifestaciones similares, bajo pena de expulsión (Art. 150) Es tiempo de reivindicar el derecho a la militancia política como inherente a la condición de ciudadanos de alumnos y profesores. Expulsar a un estudiante por sus actividades partidistas es tanto como expulsarlo por el delito de pensar.
b) Necesidad de la política
En nuestra época de convulsión social, de hundimiento del imperialismo y de surgimiento de una nueva sociedad, la actividad más elevada y noble es la política, que descubre las leyes del desarrollo social y subordina a ellas la actividad diaria, a fin de facilitar su cumplimiento. La universidad autónoma tiene el alto destino de funcionar como laboratorio de la política revolucionaría y por esto se convierte en la peor enemiga de los gobiernos fascistas retardatarios. El apoliticismo -repetimos- es, ha sido y siempre será la careta que encubre la política reaccionaria. Unicamente al gorilismo puede interesarle engrillar al pensamiento y a la libre investigación. Unicamente el fascismo puede pretender destruirlas ideas y los libros, estrangular la libre expresión, con ayuda de fusiles y sayones. La universidad marginada de la transformación social, de la política, deja de ser escenario de investigación, de propagación de ideas, en una palabra, deja de ser universidad. Nos parece que está fuera de discusión el que los universitarios tienen la misión histórica de participar activamente en la transformación social, de hacer política militante.
Los sectores de izquierda y los simplemente democráticos incurren en un grueso error al no reivindicar la universidad política, al no reinvindicar el derecho de los universitarios a la militancia política. Cuando se trata de aplicar la ciudadanía a los universitarios no puede considerarse como disminuida o de segunda categoría. La ciudadanía en todo su vigor necesariamente debe permitir que la militancia partidista influencie en los destinos de la universidad boliviana. Las direcciones de
las casas superiores de estudio no son buenas o malas por sí mismas, depende de qué tendencia ideológica, política y partidista logre el control de ellas. La política expresada honesta y limpiamente tiene que traducirse en lucha partidista. Sólo los que alientan ambiciones turbias pueden ocultar su lucha por imponer determinadas ideas en la universidad, que necesariamente debe concluir como predominio partidista.
c) Represión y política reaccionaria
Una desusada represión le permite al gorilismo acomodar la universidad a su política reaccionaria, proimperialista y antinacional, a sus mezquinos intereses; rebajarla hasta su chatura, convertirla en antípoda de la cultura. La represión no va sola, está condimentada con el demagógico apoliticismo. El apoliticismo banzerista es sinónimo de destrucción de la universidad, de estrangulamiento del pensamiento libre. La abierta proclamación de la política en la universidad significa la lucha por la reconquista de la autonomía, de la cátedra libre y de la investigación sin cortapisas. La universidad convertida en comisaría y cárcel ha dejado de ser centro de estudio y la difusión de las ideas, ha concluido siendo estrangulada por la disciplina de cuartel.
d) Universidad y lucha de clases
d) Universidad y lucha de clases
El slogan fascista de colocar a la sociedad y sus instituciones al margen de la lucha de clases busca únicamente servir a la burguesía y al imperialismo, maniatar a la mayoría nacional para que sea más cómodamente explotada y oprimida. Hemos nacido y vivimos en una sociedad profundamente escindida en clases sociales antagónicas, dividida entre pobres y ricos, entre explotados y explotadores, entre países atrasados y metrópolis imperialistas. No hemos inventado la lucha de clases (la lucha por el destino de la plusvalía, la lucha entre la producción social y la apropiación individual, la lucha entre el capital financiero que explota y oprime a los países atrasados y éstos que luchan por la liberación nacional), nos ha sido impuesta autoritariamente por la sociedad y por el grado de desarrollo al que han llegado las fuerzas productivas. Para un estudioso sería insensato limitarse a negar esta realidad, en lugar de poner del descubierto sus leyes y actuar conforme a ellas.
La universidad está modelada por la lucha de clases, incluso cuando tiene la desgracia de caer bajo la bota gorila. Nadie intenta caricaturizar la lucha de clases dentro de las aulas y menos superponer a la lucha entre proletariado y burguesía el choque cotidiano entre profesores y alumnos. En este último caso, los estudiantes pelean contra la estupidez de algunos docentes y eso es todo. La suerte misma de la universidad está determinada por el camino que recorre la lucha de clases, la lucha que libran el proletariado y la burguesía buscando arrastrar detrás de sí a la inteligencia pequeño burguesa. Cuando el gorilismo se impone utilizando la brutalidad, quiere decir que la burguesía ha jugado una de sus cartas bravas en su empeño por alinear a la universidad detrás de su política contrarrevolucionaria.
El partido revolucionario de la clase obrera no tiene porque ocultar su propósito de ganar a lo más valioso del universitariado para sus posiciones. La justificación histórica de la autonomía radica en que permite convertir a la universidad en un baluarte de lucha contra los gobiernos reaccionarios y contra el imperialismo. Sabemos perfectamente que si la avanzada universitaria se alista detrás del proletariado se habrá dado un paso hacía adelante en el camino de la revolución. La universidad autónoma, para ser palanca de transformación social debe subordinarse a la ideología revolucionaria del proletariado (Lora 1980: 83-85).
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